«Ese puñado de tierra natal, las canciones que gustan traer consigo los inmigrantes». Juan Carlos Onetti (Uruguay, 1909-1994).


El 23 de abril de 1950, cuando se cumplían 334 años de la muerte de Miguel de Cervantes en Madrid, en la casa verde del Zulia, Machiques, nacía Víctor Hugo Márquez. La fiesta por su llegada duró dos días, se oyeron gaitas perijaneras, décimas y danzas. Los hombres de la familia descorcharon botellas de brandy y asaron carneros.

Desde su nacimiento, el niño estuvo signado por la música, los libros, la poesía y el amor por el conocimiento. Su padre fue José Domingo Márquez, un apasionado de la declamación, hombre que se opuso al régimen gomecista, además, un inquieto lector. Como todo perijanero, Mingo Márquez trabajaba la tierra, criaba ganado, pero además fue un innovador, un pionero en la zona agropecuaria más importante del país.

Aura Gisela García, llamada Chela por sus familiares y vecinos, la madre de Víctor, levantó con especial esmero a su retoño, solía cantarle en su regazo. El niño creció en un hogar bucólico, de costumbres austeras, de estilo campesino, con un gran respeto por la naturaleza, sus frutos y sus dones.

Cuando solo faltaban tres años para que naciera Víctor Hugo, 1947, su padre emprendió una gira muy atrevida y arriesgada, un recorrido inédito hacia la ciudad de Detroit en el lago de Michigan, se calcula que el trayecto fue de unos 15.000 kilómetros hasta llegar al noreste de los Estados Unidos. Montados en un vehículo Ford del año 1928, el celebérrimo modelo T, sin doble tracción, ni orugas; así viajaron con la pretensión de conocer al admirado inventor Sir Henry Ford. Para ello, salieron desde la catedral de Machiques el 25 de enero de 1947, atravesaron la espesura de las selvas colombianas y sus caudalosos ríos, vadearon los pantanos panameños, los bosques vírgenes de Costa Rica, las veredas montañosas y los lagos extensos de Nicaragua, Honduras y Guatemala.

Cruzaron el México ancestral de ídolos enterrados, con sus magníficos campos y monumentos incaicos, hasta llegar a la ciudad soñada, la gélida cuna del automóvil: Detroit, nombre de origen francés Citat d'Etroit bautizada así por los traficantes de pieles galos, cuyo significado es «Ciudad del estrecho». Nueve meses duró la arriesgada y extenuante travesía, casi les cuesta la vida: cayeron en ríos profundos, enfrentaron a asaltantes de caminos, abrieron surcos en terrenos vírgenes, hicieron trochas en selvas ignotas.

Los tres expedicionarios sobrevivieron a plagas, al tifus y al asedio de los insectos, a la embestida de los animales de los montes; a los aguaceros diluviales. Esos tres aventureros fueron: José Joaquín Rojas, un avezado mecánico, Régulo Díaz Kurubinda, un respetado cronista. Y como jefe de la expedición Mingo Márquez.

A la hazaña de estos «Quijotes del volante», 49 años después, Víctor compuso un homenaje, lo grabó la cantora Lilia Vera, en octubre de 1996:
                                                 
«De Machiques a Detroit
por la selva tropical
de la América central
en aquel carro Fotingo:
Régulo, Joaquín y Mingo
abrieron ruta inmortal».
(Márquez, 1996).

Cuando llegaron a la ciudad de los motores, octubre anunciaba el frío otoñal, Míster Ford había muerto a los 83 años de edad víctima de una hemorragia cerebral, sólo unos meses antes del arribo de los zulianos.

De tal manera que no pudieron cumplir su sueño de conocer al famoso industrial, el multimillonario inventor del Ford T, Henry Ford, quien poco antes de morir, dijo: «Los que renuncian son más numerosos que los que fracasan»: «Los quijotes del volante», nunca renunciaron a su sueño.

Cuando Víctor Hugo cumplió los 18 años de edad, se marchó a la ciudad de Caracas para realizar la carrera de Psicología en la Universidad Católica Andrés Bello.

De esa casa de estudios egresó en 1973 con honores, y regresó al Zulia para comenzar la carrera de Derecho en LUZ, la culminó a finales de 1975. Con dos títulos universitarios: psicólogo y abogado, retomó su afición de niño por la poesía, la rima de palabras, el canto.

Sus tíos cuentan que a los cuatro años de edad, declamaba poemas infantiles, que aprendía en la escuela para cada efeméride resaltante. A los nueve años escribió su primera obra y desde entonces no paró, siguió creando, cual árbol frondoso, siguió dando frutos líricos y melódicos. El niño se levantó admirando la Sierra de Perijá, su neblina, su espesa arboleda y sus ríos trepidantes. De ella surgió su inspiración, su musa para crear versos, y para vestir con ellos los compases de la gaita y la danza, para adornar la estructura intrincada de la décima criolla.

Se unió en matrimonio Lourdes Barrios su colega psicóloga, a quien conoció en Caracas, llegaron sus tres hijos: Lourdes, quien es periodista, reside en España. Víctor Enrique, es músico con Doctorado en composición de la Universidad de Missouri, la hija menor Lara, quien es psicóloga, actual jefe del departamento de Psicología de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.

Comenzaron sus éxitos en el mundo artístico, primero con el Conjunto Santanita, en la voz de Gladys Vera, con la danza «Amor Marginal» en 1976:

«Tenía yo quince años
veinticinco vos
y con picardía
nos decíamos adiós».
(Márquez, 1976).

Ese tema se convirtió en un éxito nacional y luego en un clásico. En 1977 compuso otra danza de corte social, la tituló «Perucho», describe la vida de un adolescente que debido a la poca atención de su familia y la falta de afectos en su hogar, cae en el mundo de la drogadicción, y desde su desgracia, reclama una oportunidad para triunfar en la vida. La danza la interpretó Eddy Méndez con el conjunto Los Juvelines de Enrique Quiroz:

«Ayer no tuve el coraje
para hablar conmigo mismo
de enfrente solo al abismo
de la droga una vez más.
Soy un estorbo en mi hogar
me expulsaron del liceo
este es el colmo
y yo creo
que yo no sirvo pa' na'».
(Márquez, 1977).

Víctor Hugo ingresó a la Universidad del Zulia como profesor, entonces combinaba su actividad artística con la docencia. Fue registrador mercantil, ejerciendo en su condición de abogado, pero la música en su vida ha sido una constante.

En 1985 participó en el festival «Una gaita para el Zulia» de Industrias Pampero y obtuvo el primer lugar con el tema «El Buhonero» interpretado por los hermanos Andrés y Nelson Romero, con el conjunto Alegres Gaiteros:

«Buhonero, buhonero
que te transcurres la vida
gritando por la avenida
con ese sol mañanero,
por honrado y tesonero
y por ser un buen zuliano
yo quiero estrechar tu mano
en sentimiento pueblero».
(Márquez, 1985).

En varias ocasiones Víctor Hugo Márquez nos ha representado en festivales internacionales de la décima y el verso improvisado. En Cuba en los años 1991, 93 y 97. En la República Dominicana participó en 1993 y fue invitado al «Festival de poesía popular de Almería» en 1995.

En México ha asistido a cinco encuentros de decimistas. Ha llevado sus versos repentinos a Madrid, Qatar, Colombia e Islas Canarias, gracias a la iniciativa del CIDVI, el centro Iberoamericano de la décima y el verso improvisado.

En 1998 celebró los 51 años de la hazaña de su padre y sus dos colindantes: la asombrosa gira de Machiques a Detroit, con una segunda edición de ese itinerario internacional.

En esa ocasión, viajaron por Centroamérica hasta Norteamérica en camionetas Ford Explorer, por autopistas y caminos más benévolos, la realizó junto a su hija mayor Lourdes. Esa segunda gira fue un éxito, gracias al apoyo de la empresa Ford de Venezuela. Uno de los temas más importantes en la obra de Víctor Hugo es la danza «Se nos muere el Lago» un canto de carácter ecológico, un clamor en tonalidad menor por la salvación del cuerpo de agua que nos dio la vida y es nuestra mayor riqueza natural:

«Zuliano mirá
que se está acabando
está agonizando mi lago
qué barbaridad,
brota por doquiera
su fauna extenuada».
(Márquez, 1974).

La primera versión de esa danza la grabó la extraordinaria cantante y pianista Nelly Marcano en 1974. En esa línea creativa, reivindicativa, compuso en 1993 la gaita «Llora la Sierra» un aldabonazo en las mejores voces de la canta criolla: Lilia Vera, Iván Pérez Rossi, María Teresa Chacín, Simón Díaz, Rummy Olivo, Reynaldo Armas y el propio Víctor Hugo Márquez. Fue un noble gesto de solidaridad de los cantores más connotados.

El tema «Llora la Sierra» es un recorrido por la biodiversidad perijanera, su serranía, su piedemonte. Al mismo tiempo, denuncia la tragedia que allí se vive por la explotación inmisericorde del carbón, el narcotráfico, los secuestros, el libre tránsito de extranjeros sin documentación, por la invasión de hordas de paramilitares, que la habitan a sus anchas y han convertido la Sierra en territorio de emisoras ilegales, instaladas por la guerrilla colombiana para unir a sus huestes en territorio venezolano y dar mensajes cifrados de su accionar delictual:

«Llora el corazón
de la Sierra que atesora
niebla, ríos, fauna y flora
alimento y bendición.
Fiebre de carbón, narcotráfico y secuestros
nos despojan de lo nuestro
reclamamos protección:
Basta de invasión».
                                                   (Márquez, 1993).

La primigenia casa de los Yukpas y los Barí, es un ecosistema admirable, de parajes hermosos: Kunana y Río Negro. Con el pico Tetari de 3.750 metros de altitud sobre el nivel del mar. Al final de esa gaita, como epílogo, en lengua yukpa Víctor Hugo recita: «Bonita doncella yukpa, llena de gracia».

La agrupación Los Chiquinquireños le grabó al profesor Márquez un tema de gran belleza, titulado «Cuando habla mamá» con hermosas imágenes poéticas, lo cantaron a dúo Gladys Vera (su primera intérprete) y Carlos González, con un introito hermoso en la voz de la niña Paola Guerra. Está incluida en el álbum 2007:

«Cuando habla mamá el patio florece
cada planta crece como si tuviese
más luz que humedad.
Refresca en la ciudad
sus ramas de vida, los pájaros anidan
y el dolor se olvida pues la vieja está.
Cuando habla mamá el amor nos canta
desde su garganta un arrullo de cuna
y un canto paz».
(Márquez, 2007).

Para completar ese ciclo de gaitas chiquinquireñas, compuso un tema junto a Ervin Montes titulado «El farolero de la Virgen» lo grabó Argenis Carruyo con El Gran Chiquinquirá de Alí Carrasquero en 2005. Ese tema sonó en todo el país, ganó muchos aplausos, dedicado al devoto Miguel Escola, quien iluminó con antiguos faroles el camino por donde pasaba la Virgen en procesión, bendiciendo a su pueblo.

Junto al cantautor Ilan Chester, Víctor grabó el tema «Chinita perijanera» para el álbum que recibió el Premio Grammy, arreglado por el maestro zuliano Marcos Salas, allí participaron Ricardo Cepeda, Argenis Carruyo, Rafael Rincón González, Ronald Borjas, entre otros.

El 4 de julio de 2014, la Universidad del Zulia inauguró la «Cátedra libre de la gaita» con el aval de la Vice Rectora Judith Aular, para profundizar el conocimiento sobre los orígenes y la evolución de esa forma musical.

Víctor Hugo es el coordinador y parte de su premisa teórica es: «Los gaiteros deben compartir sus saberes con el pueblo que los admira, con la gente que canta la gaita perijanera, de tambora surlaguense, la de Santa Lucía, y especialmente la gaita de furro, que ha llegado a todos los rincones de la nación».

La Fundación Trade Quip ha publicado tres libros con las investigaciones etnomusicales del profesor Márquez, y la Universidad del Zulia le editó uno sobre la vida y obra del juglar Rafael Rincón González, a quien consideró su padrino artístico.

En una reciente gira cultural que realizamos por Texas, Estados Unidos, participamos en varios foros sobre el folclor zuliano, estuvimos con entrañables amigos: Humberto Bravo, Germán Ávila Jr., Manuel Soto, Luigi Castillo y con los directivos de la Fundación Beltway. Allí confesó Víctor Hugo, que él cometió un error al oponerse a mi propuesta de «Gaita todo el año», la que formulé en 1984 a través de mi programa Sabor Gaitero  en Radio Calendario y la gente aceptó mayoritariamente.

Yo buscaba que la gaita se desarrollara en los medios de comunicación: especialmente en la radio y en los medios electrónicos nacientes, los doce meses del año. Y que la gaita fuera un escudo de contención contra la invasión de ritmos extranjeros, ante la sobre-exposición del reguetón y el vallenato.

Su gaita de 1987 criticó mi propuesta, pero ese tema quedó en el pasado, sumido en el silencio. Hoy agradezco su generoso apoyo.

En la actualidad, el trovador Víctor Hugo Márquez tiene una apretada agenda de encuentros culturales, ha recorrido muchos países llevando su canto. Pone especial empeño en «La escuela del folclor» avalada por la Fundación Beltway, donde él es director y el principal  maestro.

Pronto saldrá al mercado su libro «Jira de Machiques a Detroit» (Jira con jota, tal como lo escribió «Kurubinda» originalmente, pues alegaba que «gira» es un recorrido que regresa al punto de partida, y el de ellos, no cumplió con eso). Es una crónica sobre esa proeza continental.

La gira pionera que emprendió su padre Mingo Márquez hace varias décadas, en su legendario Fotingo, Víctor Hugo la ha continuado con su cuatro y sus versos en ristre.

El pionero machiquense murió 18 de noviembre de 1978, pero su hijo sigue atravesando la geografía de lejanas naciones y dejando constancia de su amor por la música, la pasión que le inspiró la Sierra majestuosa, esa fuente de vida y misterios que se eleva entre dos naciones. La madre sierra que lo vio nacer, su doncella llena de gracia: dadora de su arte.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com








Julio Cortázar

«Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción». Gabriel García Márquez (Aracataca 1927 - México 2014).

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 01 de septiembre de 2014 (D58).- El 26 de agosto de 1914 Bruselas era una ciudad sitiada por el ejercito alemán, los obuses lanzaban su pólvora de muerte en medio del escenario calamitoso de la Primera Guerra Mundial. En ese ambiente bélico, de urgencias y gritos de moribundos, nació Julio Cortázar a las 3:00 de la tarde. Su padre era diplomático, un nativo argentino de raigambre vasca, y su madre era una argentina raigal de padres franceses y abuelos alemanes. Julio se hizo un ciudadano del mundo y su destino estaría marcado por el amor a las letras y al jazz.

Han pasado 100 años desde su nacimiento, el más célebre representante del Boom Latinoamericano de alma rioplatense, autor de Rayuela, novela que dio el gran impulso a las nuevas letras latinoamericanas desde 1963. En palabras de Walter Ego: «en Rayuela se esencializa todo el boom de la novela latinoamericana: es parejamente fundación y epifanía, espejo y centro».

Un rasgo importante de su vida es que se convirtió en defensor y promotor de la causa revolucionaria cubana, y años más tarde, también lo hizo con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell que en 1973 que juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Su obra El libro de Manuel es un testimonio de su militancia.

Cortázar es un genio del cuento, de los más importantes del siglo XX, maestro de la crónica y el ensayo breve, traductor de Edgar Alan Poe, autor de la novela más experimental, con gran éxito entre los lectores por cinco décadas: desde los hippies de los 60, hasta los nativos digitales del siglo XXI.

Como admirador agradecido por su aporte y como lector que lo reverencia, celebro el siglo de vigencia de Julio Cortázar seleccionando diez de sus frases, las que para mí representan su mayor enseñanza, el mayor disfrute estético, y su mejor regalo a nuestra civilización:

1.- «Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano». (Tomada de su novela Rayuela, publicada en 1963).
2.- «Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia». (Tomada de Final de juego, publicado en 1956).
3.- «La sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr».  (Tomada del cuento La autopista del sur del libro Todos los fuegos el fuego, de 1966 ).
4.- «El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada».
(Tomada de la antología Ceremonias, colección publicada en 1968).
5.- «Mientras la ciudad y su amante continúen negando la superficie espumosa del tiempo, para buscarse en aguas profundas». (Tomada de Papeles inesperados, obra póstuma de 2009).
6.- «No me des tregua, no me perdones nunca. Hostígame en la sangre».
(Tomada de Salvo el crepúsculo, poemario publicado en 1984).
7.- «Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola nota, escuche por dentro». 
(Tomada de Historias de cronopios y famas, publicado en 1962).
8.- «Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto». (Tomado de Instrucciones para amar, de 1968).
9.- «Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire». (Tomado de Historias de cronopios y famas, 1962).
10.-  «Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz». (Tomado del poema El último round, publicado en 1968).

Con estas diez frases celebro la obra cortazariana y la centuria del nacimiento del autor, siento que  ellas irrigan las raíces de su memoria, y nos nutren del rocío que se produjo en la mirada de sus viejos lectores, los que por millones atesoran con celo sus 28 libros.

El 12 de febrero de 1984 se apagó su vida en París, ciudad donde Julio residió desde 1951, se fue víctima de una rara patología en la sangre y por las depresiones que le provocaron las ausencias de sus seres amados.

Su genio aún no lo ha podido extinguir el tiempo transcurrido, estas tres décadas sin el gigante de ojos separados, que solía jugar al cíclope con su amada Carol Dunlop. Así lo describió Carlos Fuentes: «por eso eran tan largos los ojos de Cortázar: miraban la realidad paralela, a la vuelta de la esquina». 
Fue un hombre que amó la literatura y el jazz por igual, el arte todo, como él mismo lo expresó: «sigo palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes», y esos héroes de las palabras eran Kafka, Borges, Poe, Camus y su propia sombra.

Su primera esposa Aurora Bernárdez, es su albacea. Ellos estuvieron casados de 1953 a 1967; Aurora lo cuidó en sus últimos días, desde que él le confesó que estaba harto de su cuerpo a causa del malestar que le provocaba la agresiva leucemia y la abulia que padecía. Tuvo para él los cuidados de un niño enorme, hasta que falleció el frío 12 de febrero, tenía 69 años; lo enterraron junto a Carol, su tercera esposa, la fotógrafa estadounidense con la que escribió a cuatro manos Los autonautas de la cosmopista en 1982.  Sus cenizas yacen en el cementerio de Montparnasse.

Su obsesión por el jazz la resume la anécdota que relató Gabriel García Márquez en una de sus crónicas de viaje, luego ir en tren de París a Praga: «a la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo, en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolonga hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas  con papas heladas».   

Cortázar tocaba algunas notas con la trompeta y dedicó varios cuentos a la música, entre otros El perseguidor de 1967, uno de los más célebres relatos, dedicado a su ídolo Charlie Parker The bird. Sus héroes en ese ámbito sonoro eran Thelonious Monk, Jhon Coltrane, Louis Armstrong y el pájaro de Kansas: Parker. Al hablar sobre sus obras jazzísticas, decía: «mis dioses están en la tierra, y no en el cielo: estos músicos son mis dioses».

Julio entendió la musicalidad de las palabras, sus ritmos, descifró los armónicos del jazz, sus tiempos, hacía música al hablar, él era un instrumento único. Fue un artista que creó un universo, que siguen visitando millares de lectores cada día, los cómplices y celebrantes de sus cien años.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com


«Francisco de Miranda:
la música también tiene su papel en las guerras,
a los soldados les da ánimo. A mí me vigoriza».
Fermín Goñi (Navarra, 1953).


Maracaibo, Zulia, Venezuela, 16 de junio de 2014 (D58).- Crónica Semanal por León Magno Montiel

El nombre Huáscar nació en el Cuzco, en la capital inca, es un toponímico que designa un lugar ancestral en las cumbres peruanas. Fue el nombre del hermano mayor de Atahualpa, quien murió guerreando, su cuerpo fue arrojado al caudaloso Yanamayo, el río de aguas sagradas.

El 12 de junio de 1964 nació un Huáscar en Maracaibo, hijo del publicista pionero Rafael Felo Barradas y la abogada Zarelda Torres. Desde muy pequeño mostró su gran sensibilidad para la música, destacaba en las clases del Colegio Alemán de Maracaibo, participaba en sus actos culturales con gracia, ejecutando la flauta dulce y el cuatro.

Por su evidente talento musical, sus padres lo inscribieron en el Conservatorio José Luis Paz en la avenida El Milagro, allí comenzó a estudiar teoría y solfeo, piano complementario y armonía. Fue miembro fundador de La Estudiantina del Zulia, que tuvo como maestro tutelar al guitarrista Ciro Adarme; también lo fue de la Orquesta Sinfónica Juvenil que dirigía el talentoso saxofonista llanero Juan Belmonte, quien años más tarde, lo contrataría como ejecutante del saxo tenor para su orquesta de bailes La Máxima.

Felo Barradas fue fundador de Ondas del Lago Televisión, el primer canal regional del país. Era un hombre del mundo del espectáculo, que escuchaba con detenimiento los elogios y recomendaciones de los profesores de su hijo. Por ello, decidió solicitar una beca para enviarlo a estudiar música a los Estados Unidos, así comenzó un largo periplo de estudios de alto nivel del joven Huáscar.

En 1982 llegó a Pasadena, ciudad donde nació Texas, el importante estado sureño, allí comenzó su curso en el San Jacinto College. A finales del año 1983 se mudó a Nueva York para estudiar en el Brooklyn College por cinco años, institución de gran prestigio fundada en 1930, con su lema «Nada sin un gran trabajo». En la gran manzana comenzó a escuchar jazz, descargas latinas y la gran música del mundo en sus teatros.

Para complementar su modesta beca, trabajó como despachador de pizzas a domicilio; el flautista marabino iba por las calles de los condados neoyorquinos con un bolso térmico repartiéndolas en casas y sitios de trabajo. Soportó veranos sofocantes, los crudos inviernos con despiadadas nevadas; en el típico clima contrastante de la Costa Este de los EEUU. Huáscar celebraba la llegada de la benévola primavera, que encendía la música en los parques, activaba las caminatas entusiastas, mostraba sus calles llenas de gente noche y día, jardines con múltiples germinaciones y poderoso colorido.

En 1988 entró a la respetada academia Juilliard School of Music, escuela fundada en 1905, que en un principio estuvo ubicada entre la Fifth Avenue, pero desde 1969 la instalaron en el Lincoln Center. En esa época conoció a los grandes clásicos de la literatura estadounidense, habría de empezar por Walt Whitman.

Después conoció a Arthur Miller y Henry Miller, leyó con devoción a Thomas Wolfe: todos ellos vivieron en Brooklyn. Luego conoció la obra de Paul Auster, quien reside en ese condado desde los años 80, este gran narrador expresó: «Nadie puede cruzar la frontera que lo separa del otro, por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a sí mismo». Auster a propósito de su barrio ha manifestado: «Brooklyn es un inventario del universo y tiene la peculiaridad de que mientras que en todas partes las diferencias étnicas y religiosas son una fuente potencial de conflictos, aquí se convive en armonía».
   
En la capital del mundo, «the big apple», Huáscar no perdió la conexión con la música  venezolana, ni con la caribeña, siempre escuchaba y ejecutaba temas de Aldemaro Romero, Vytas Brenner, la Orquesta Aragón, Néstor Sánchez, Guaco y la Fania All Stars.

En 1990 emprendió su viaje al viejo continente para realizar una especialización en flauta, llegó a la Alemania que siempre soñó conocer, en la que anhelaba vivir desde sus años de estudiante de secundaria, y se estableció en Frankfurt am Main: la ciudad cuna del genio Johann Wolfgang Von Goethe. Allí permaneció por dos intensos años mientras culminaba su estudios superiores. Huáscar conoció a maestros de la calidad de Bernard Goldberg, Mirjam Nastasi la celebérrima flautista nacida en Utrecht. Fue discípulo del director de orquestas y flautista canadiense Robert Aitken.

El escritor Premio Nobel 2001 V.S. Naipaul (Trinidad, 1932) relató: «Miranda fue el primer sudamericano culto que Europa conoció». Sin duda, Huáscar es otro hijo de América del sur que demostró su amplia cultura en este continente antiguo, un gran museo a cielo abierto.

Barradas regresó a Venezuela con 29 años de edad, preparado para comenzar su carrera como solista y abrirse paso en la música comercial, entró a la agresiva competencia del disco y sus escenarios. Participó en la Orquesta Sinfónica de Maracaibo y en la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, donde lo contrataron como flautista co-principal.

En paralelo comienzó a producir álbumes en la vertiente del «neo-folclor» o «folclor-fusión», junto a sus fraternos compañeros Elvys Martínez, Jorge Polanco, Fernando Valladares, Gilberto Ferrer, Rafael Simón Bolívar, Agustín Espina; con ellos ha producido una veintena de álbumes memorables, logrando buenas ventas y múltiples elogios de la crítica especializada.

Es poco usual que un intérprete de las grandes obras de la música universal, sienta tanta pasión por la música tan raigal y sencilla de su patria caribeña, ese es el caso de Huáscar Barradas: buen intérprete de Bocherini, de las sonatas para flauta de Johann Sebastián Bach y de los conciertos de Wolfgang Amadeus Mozart. Es un fiel ejecutante de las obras de Claude Debussy y de Haydn.

Además, Huáscar ha tomado préstamos e influencias del rock y el jazz, de la salsa y el feeling, pero el corazón de su música ha sido el folclor venezolano: sus ritmos, variantes, síncopas más particulares.

La periodista argentina Ivanna Soto ha afirmado: «Pese a que muchos de estos hits están colmados de préstamos e influencias, se diferenció de todo lo que se había escuchado hasta entonces. Su recital es un blues eléctrico, ecléctico y desesperado que suena con fuerza con los riffs abrumadores e ilimitados de Page, los alaridos desbocados de Plant, el beat elocuente de Bonzo y el ritmo de Jones». Esto para explicar lo que fue la música Led Zeppelin. Esa misma fórmula ecléctica, la podemos aplicar al zuliano planetario Huáscar Barradas Torres, quien unió la ópera «Carmen de Georges Bizet» al humor en tiempo de reggae de Mermelada Bunch, él fusionó el canto de Ángela con el rapeo de Pipo Ramírez, en su séptimo álbum «Encuentros».

Uno de los trabajos más importantes realizados por el flautista Barradas, fue el canto de las ballenas jorobadas del Pacífico, producción que grabó con hidrófonos especiales en Colombia. Esa obra para orquesta la estrenó en el 2003 en un concierto de gala, una pieza exploratoria de alto nivel artístico. El escenario para su premier fue la Catedral de Sal de Zipaquirá, ubicada a las afueras de Bogotá, allí fue donde montó la obra «Pacificando», en las profundidades de esa antigua mina de sal. En esa pieza incluyó el canto de las ballenas jorobadas del Océano Pacífico y lo combinó con instrumentación diversa: sinfónica, percusión, ocarinas, voces humanas y la actuación como solista de Martha Senn, la destacada mezzo soprano colombiana.

Desde hace dos décadas, Huáscar vive en Caracas, allí ha permanecido como músico de orquesta, realizando sus conciertos, grabando colaboraciones importantes con artistas de la talla de Oscar D' León, Frank Quintero, Francisco Pacheco, el pianista Leopoldo Betancourt, con quien grabó el álbum «Dos mundos» en 2011. Desde la capital venezolana, Huáscar programa sus giras por el mundo. Hasta ahora ha tocado su flauta en 25 naciones, incluyendo su amada Alemania, donde el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung comentó: «El señor Barradas nos elevó al espectro expresivo de la flauta, más allá de lo que nuestros oídos europeos están acostumbrados. Brilló con absoluta precisión rítmica y virtuosismo».

En 2011 fue nominado al Premio Grammy Latino por su álbum «Entre amigos 2» logro que lo catapultó en mercados que aún no conocía. Hasta ahora ha realizado 100 conciertos en el exterior y sueña con ir a Rusia, por su gran tradición musical, y a Australia por el espíritu  innovador y aventurero de sus nativos.

Uno de sus proyectos actuales, quizá el más ambicioso, es el «Tributo a Simón Díaz» el genio de la tonada, que murió en el convulsionado mes de febrero de 2014. Sin duda, El Tío Simón es el mayor rasgo de identidad musical de Venezuela. En este concierto homenaje participan importantes cantantes y músicos, nucleados alrededor del flautista zuliano, para aportar su talento. Esa gira cuenta con el aval y asesoría de la hija de Simón, la escritora Bettsimar Díaz.

En su casa ubicada en la zona alta de la gran Caracas, Huáscar tiene paredes escritas con versos propios y ajenos, un chinchorro guajiro colgado en el balcón y muchos cedés de música regados por todos lados. Es abstemio, fanático de la comida criolla, un hiperactivo trabajador.

Una imagen de Francisco de Miranda, nos recuerda que el precursor de la independencia ejecutaba la flauta transversa, de una sola llave, elaborada con madera de boj. Miranda tocaba importantes obras de su época, lo hizo frente al genio Franz Joseph Haydn, el padre de la sinfonía, se encontraron en Austria. Lo que no conseguimos por ningún lado en su hogar, son sus zapatos, ni sus cotizas. Así queda claro que su vocación es andar descalzo por los escenarios del mundo, lo que para él representa la máxima sensación de libertad.

Con una gran presencia en los medios electrónicos, con una agenda colmada de conciertos y muchas composiciones suyas sonando en las emisoras de América Latina, Huáscar va por los teatros del mundo descalzo, haciendo melodías con su flauta, encantando ballenas y acompañando tonadas.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com

La gaita es una forma musical urbana, producto de múltiples mestizajes, derivada de los cánticos religiosos que trajeron los colonizadores en el siglo XVI, estos a su vez, habían sido colonizados por los árabes durante ocho siglos dejando una profunda huella en la cultura ibérica.

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 10 de junio de 2014 (D58).- Esos cánticos de iglesia se mezclaron con los tambores del sur del lago, sus letras comenzaron a reflejar las vivencias de los marabinos, el sentir de los habitantes de la bahía de confluencias étnicas: puerto que recibía viajeros, artistas y aventureros de ultramar.

Casi cuatro siglos después, el jueves 29 de mayo se produjo una noticia que habíamos esperado siempre: La Asamblea Nacional de Venezuela, a través de su comisión de cultura, por unanimidad, declaró a la gaita «Patrimonio Cultural de Venezuela». Esta decisión debe ser ratificada en la plenaria algunos días después, lo que sin duda, sucederá.

Esta forma musical nacida a orillas del Lago de Maracaibo, que designamos con un vocablo proveniente del alemán antiguo, el llamado gótico «gaitsx, estuvo presente en la radio desde finales de la década de los 50, y llegó a la televisión de cobertura nacional a mediados del  decenio 1960.

Desde entonces está presente en cada pueblo y ciudad de la nación, es reconocida como un tesoro intangible, una herencia de todos los venezolanos que debemos proteger con celo, difundirla, sembrarla en la escuelas, universidades y medios de comunicación. Es perentorio propagarla en el universo de medios digitales, que tienen la propiedad de ubicuidad y constante innovación.

La noticia la dio a conocer el diputado del sur del lago Freddy Paz, militante de la tolda UNT, quien junto al diputado Sergio Fuenmayor, electo en la región Guajira por el PSUV, son los encargados de presentar el decreto, explicar su cuerpo legal, el alcance de lo acordado y luego articular su divulgación y acatamiento.

Sobre la difusión del género en las estaciones radiales del país durante todo el año, el diputado Paz aseguró: «En el acuerdo, uno de los considerandos establece la obligatoriedad de las instituciones públicas y privadas de darle difusión a la gaita como patrimonio cultural, porque siendo regido por esa ley, es obligante».

Este decreto propicia un refrescamiento del repertorio gaitero en las emisoras, que deben entender la necesidad de radiarla todo el año, y no arrinconarla a un mes, sobre todo por su carga identitaria. En los estados fronterizos, la gaita ha sido escudo que ha mantenido el sentir venezolano, que le ha cantado a la naturaleza de nuestro país: su flora, sitios históricos, personajes populares.

Este mes, junio 2014, una delegación de gaiteros, cronistas, y compositores, acompañaremos al Gobernador del Estado Zulia Francisco Javier Arias Cárdenas a recibir el acuerdo de la Asamblea  Nacional en nombre del pueblo que lo eligió para regir su destino, en acto solemne, contará con la asistencia de todos los Diputados del poder legislativo , en transmisión  nacional de radio y televisión.

Es una excelente coyuntura para generar un plan nacional de promoción del género, fundar «La cátedra libre de la gaita» en nuestras universidades. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, debe involucrarse para incentivar las grabaciones, publicaciones de libros y portales que muestren la gaita, su historia, intérpretes icónicos, letras.

Astolfo Romero, se adelantó a este acontecimiento, en 1997 componiendo una gaita que tituló «Patrimonio Nacional», la grabó ese mismo año con la agrupación Gran Coquivacoa:

«Ella me alegra la vida
y me invita a parrandear
con su son particular
y su música festiva,
es la prenda más querida:
Patrimonio Nacional».

Luis Hómez, catedrático de la Universidad del Zulia, el luchador social más importante en la historia del Zulia, además fue un periodista de alto impacto con sus crónicas, siempre defendió la gaita y la proyectó como el máximo blasón de la identidad zuliana.

El Doctor Hómez (Maracaibo, 1947-1990) afirmaba: «La gaita es la expresión fundamental del alma zuliana, es la reina del folclor y es la anfitriona a efectos universales». Así lo registró en su libro la periodista Morelis Gonzalo Vega «Tiempo y memoria de Luis Hómez» (2011). 

Él  impulsó la creación del Museo de la Gaita, con una propuesta directa al entonces Presidente de la República. Pensaba que la gaita debía tener su sede, con hemeroteca, biblioteca, fonoteca y lugar para presentaciones de carácter pedagógico.

Su planteamiento sirvió de base para crear La Fundación para la Gaita y el Folclor del Estado Zulia FUNDAGRAEZ en el años 2003, ente que actualmente preside el sociólogo Giovanny Villalobos, Secretario de Cultura del Estado Zulia.

Él declaró al conocer la noticia: «existe un anteproyecto de ley en el que se solicitará a la Asamblea Nacional  protección social y asignación de viviendas, entre otras cosas, para los cultores del género, porque esto no se puede tratar solo de un reconocimiento, la gaita debe ser más divulgada en todo el país. Este decreto es un estímulo para lo que ya nosotros estamos haciendo a través de Fundagraez con el apoyo del Gobernador Arias Cárdenas».
Luego de esta declaratoria de la Asamblea Nacional, debemos retomar el ideario de Luis Hómez con la gaita, debemos crear una Fundación Nacional de la Gaita, para que diseñe planes, estrategias para preservar su memoria y promocionarla en todo el país.
Esta es la oportunidad, es una buena señal de los tiempos, si así lo hiciéramos, podremos repetir y cantar: «La gaita no ha muerto, ni morirá».

León Magno Montiel
@leonmagnom
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José «Pollo» Sifontes y Raquel Castaño (foto: El Universal)
Cuando una canción llega a su versión número 100, tenemos una prueba contundente de su éxito, de su aceptación en varias generaciones, y su segura permanencia en el tiempo. Con certeza, la pieza musical que alcance la centena de producciones, va a quedar por siempre en la memoria melódica colectiva. Ese es el caso del tema «Anhelante», creado en 1975 por José Pollo Sifontes, compositor  nacido en el valle de Caracas el 11 de febrero de 1969, hijo de nativos del oriente venezolano, gente sencilla enamorada del mar.

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 27 de mayo de 2014 (D58).- Crónica semanal por: León Magno Montiel.

Él ha relatado que esa canción la inspiró Raquel Castaños, la hermosa cantante nacida en Caracas, a quien hizo su esposa el 8 de octubre de 1978. La solía llamar «El ángel». Junto a ella conformó el grupo Los Bonchones, de mucho éxito en 1979 y  principio de la década de los 80. Desde entonces, el mundo los ha visto juntos, exitosos, amorosos.

El tema «Anhelante» es un vals en tonalidad menor, profundamente romántico, lleno de melancolía. La versión pionera es del sucrense Gualberto Ibarreto, del año 1976, y aunque él dudó grabarla, la vida lo premió y se convirtió en un clásico. En esa primera versión destaca el arreglo para la mandolina de Renny Montaño, estructurado en sol menor. Ese mismo año, la grabó Raquel Castaños, y después la han vocalizado grandes artistas como Oscar D’ León , Ilan Chester, Rosa Virginia Chacín, Simón Díaz, Omar Acedo, Los Cuñaos, Rafael Pollo Brito, entre otros. Cuenta con muchas versiones instrumentales, donde destaca la del flautista Huascar Barradas:

«Me conformo con verte
aunque sea un instante
me conformo con mirarte
un momento nada más».

José María Sifontes Oliveros, bautizado «El Pollo» en la escuela primaria, es hijo de Gil Augusto Sifontes y Ligia Oliveros, ambos nativos de Río Caribe, tierra de importantes cultivos de cacao, en el Estado Sucre. Sus abuelos eran inmigrantes de Córcega, poseían un alto sentido musical y hacían honor al mestizaje del mediterráneo. José María es dueño de una fina poesía, a la que viste con melodías exquisitas, y acompaña armónicamente con acordes poco usuales.

Siendo un adolescente se fue a vivir en ciudad Bolívar, en el sur ferroso, surcado por ríos arteriales, como lo describió Neruda. Allí comenzó su gran aprendizaje del cuatro y las melodías del galerón, la jota, la música raigal del sur selvático. A los 12 años descubrió que tenía el poder para hacer canciones y compuso el tema «Ciudad Bolívar» tema que lo grabó Serenata Guayanesa y hoy en día es considerado un himno por todos los guayaneses. Años después, sus coterráneos de Serenata Guayanesa le grabaron «El cumpleaños venezolano» pieza en tiempo de merengue criollo, que José Sifontes había compuesto para la agrupación vocal Caracas XXI en 1975, con  estilo cañonero:

«Apaguen las velas y piquen la torta
que la noche es corta la fiesta está buena»

Al finalizar sus estudios de secundaria en ciudad Bolívar, Sifontes regresó a Caracas a reencontrarse con su origen e hizo de la megalópolis del Ávila su residencia. Allí comenzó a crear canciones cargadas de un gran romanticismo, que reflejan al habitante que repiensa su ciudad. En medio de la agitación del conurbano capitalino, José hacía melodías y las vestía con poesía bien rimada. Así lo plasmó en su canción; «Quisiera» grabada por Gualberto Ibarreto de forma pionera, que además cuenta con memorables versiones de la cantante de jazz María Rivas junto a C4trío, e Ilan Chester en el «Cancionero venezolano»:

«Quisiera decirte muy quedo
que siento una gran ilusión
que noche, tras noche
te sueño y pienso: qué bello
sería tener tu amor».

Es una hermosa canción en tiempo de vals, en tono menor, oferente serenata a la mujer deseada, a la que se recuerda  en la quietud de la noche: al abrigo de la soledad.

En el «Año Internacional del Niño» 1979, el Festival OTI de la Canción Iberoamericana realizado en Caracas, recibió como participante a la cantante Delia Dorta, con su canción «Cuando era niño» de José Pollo Sifontes, representando a Venezuela. Obtuvo el segundo lugar en el reñido certamen continental. La canción ganadora fue «Cuenta conmigo» representando a  Argentina. Esa edición de la OTI fue un aldabonazo que anunciaba el comienzo de la carrera internacional de un respetable compositor:

«Cuando era niño, preguntaba ¿por qué yo,
era marroncito y quemado por el sol?
y fue que una tarde, en la cima me monté
y llegó la noche y durmió sobre mi piel».

En paralelo a su vocación de creador, Sifontes se ha desempeñado como directivo de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela SACVEN, allí ha realizado propuestas que reivindican a los compositores venezolanos, promocionándolos en festivales, con alto sentido gremialista. Caracterizado por su carácter gentil y trato solidario, ha formado parte de ocho juntas directivas, incluida la actual, elegida en abril de 2014.

Otra de sus facetas es la de publicista, ha participado en importantes campañas publicitarias creando los jingles que acompañan las piezas comerciales, siempre  asociado a importantes productos.

El año 1979 registra el nacimiento de uno de sus grandes clásicos: «Tu ternura», grabada por Los Cuñaos, su esposa Raquel y Gualberto Ibarreto. Recién la incluyó en su repertorio el tenor larense Aquiles Machado, es una de sus piezas predilectas:

«Tierna es tu sonrisa, fresca y soñadora
como una caricia enamoradora
tierna  es tu mirada, que cautivadora
es cual pincelada en lienzos de aurora».

El Pollo Sifontes ha sido muy leal a sus grandes pasiones: la música, su mujer Raquel y su patria. Es impensable pretender ver al poeta Sifontes, lejos de esos tres amores que han movido su existencia y han sido sus generosos inductores de inspiración. Ese amor al país quedó demostrado en el tema «Me voy a regalar» que compuso junto a su esposa Raquel y que originalmente grabó María Teresa Chacín. Después una versión colectiva, varios solistas participaron, entre otros: Betulio Medina, María Teresa Chacín, Nancy Ramos, Ilan, Dávila, Raquelita y el mismo Pollo Sifontes, recordando los días como cantante en Los Cuñaos junto Alí Agüero. Esa canción es una oda a la naturaleza de Venezuela, a sus parajes:

«Me voy a regalar
un tepuy y un clavel
el canto de un turpial
la flor de araguaney».

Recientemente recibió la buena noticia de la selección de su clásico «Anhelante» como canción motivo de la nueva telenovela del canal Venevisión «Corazón Esmeralda», que ya ha sido contratada para ser transmitida en 10 naciones del continente. La interpreta el joven actor y cantante Francisco León, con arreglo del exitoso productor falconiano Yasmil Marrufo, quien ha trabajado con artistas de la calidad de Servando y Florentino, Montaner y Ricky Martin. Eso garantiza una gran difusión internacional de su obra más emblemática:

«Aunque me digas que no me quieres
dulcemente vivirás en mi
como cantío de inquietas aves
como el rocío de una nube gris».

El cantante, pianista y compositor Ilan Chester, luego de grabar cerca de 100 canciones de autores venezolanos, afirmó: «Anhelante es la canción más hermosa en la historia de nuestro país». Casi cuatro décadas después de su impacto en las emisoras, cantada por «El pichón de el Pilar» Gualberto, será conocida en toda América, con una versión fresca y un arreglo actual: ¡enhorabuena!

En cada canción que escribe el bardo José Sifontes, las palabras tienen luz, son la parte culminante de cada obra, cada una crea imágenes y sueños. Como genio del arte, Sifontes está en linea con el ideario de Guillermo Arriaga, el célebre escritor de cine, quien afirma: «detesto la idiotez de que una imagen dice más que mil palabras». Sifontes coincide con él y cree en el poder sin límites de la palabra, la que construye metáforas indestructibles, y que puede llegar a unir a muchas naciones, almas y a muchas manos en torno a una canción.

Una de esas palabras de luz, que ha realizado el prodigio de unirnos por décadas, es «Anhelante».

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Ricardo Aguirre

«Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja», Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930).

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 13 de mayo de 2014 (D58).- Crónica Semanal por León Magno Montiel.

Al llegar la madrugada comenzó la lluvia, le había precedido una noche de chubascos, era la primera lluvia de noviembre: el mes de las aguas en Maracaibo. Los viejos pescadores suelen decir: «Es el mes de la Virgen, por tanto es mes de las lluvias, porque ella es de agua, pues llegó por el lago y se iluminó en una tinaja». Hacia las seis de la mañana comenzó a llegar la luz plomiza del amanecer lluvioso; sobre las sinuosas calles del sector Las Veritas el agua hacía pequeños ríos, cuando un golpe metálico y seco estremeció a los vecinos que hervían el primer café, fue un sonido grande e inquietante que apagó por un momento la percusión de las gotas en los techos de zinc, minutos después llegó la noticia: Un vehículo rústico había chocado contra un camión mal estacionado y alguien había muerto en el acto. Escampó ese sábado 8 de noviembre de 1969, desaparecieron los ríos callejeros, y se reveló la noticia en toda su magnitud: había muerto Ricardo Aguirre, el más grande de la gaita. La noticia la propagó en la radio el locutor Alberto Quero Espina, narró con su voz solemne y grave: «Ha muerto el monumental, a los 30 años de edad». Ricardo se encontraba en el cenit de su carrera como compositor y cantante, la ciudad comenzó a convertir su asombro y dolor en un largo llanto, colectivo y copioso, plural: como una lluvia de otro cielo.

Ricardo Aguirre había nacido el 9 de mayo de 1939, como el cuarto hijo de Luis Ángel Aguirre e  Ida Cira González, en una familia de seis varones, todos con sensibilidad y destrezas para la música.  Desde niño, los instrumentos musicales le habían sido afines, eran como una prolongación de su cuerpo. Innato era su talento para tocar el cuatro, la guitarra, piano y la percusión gaitera. Cantaba muy afinado, con voz vigorosa: sus notas altas eran atenoradas y las graves eran de un barítono aterciopelado.  Siendo un adolescente descubrió su vocación de maestro, enseñar en un aula lo atraía, por ello decidió irse a estudiar a Rubio, en el estado Táchira. Desde la soledad de esas montañas escribía cartas muy hermosas a su madre Ida Cira donde relataba sus horas de nostalgia entre la neblina de la montaña, cartas que ella compartía con asombro con sus familiares y vecinos, por la forma cálida y envolvente en la que su hijo describía su mundo en el destierro. Ricardo comenzaba a mostrar talento para transmitir sentimientos, emociones, para tocar el alma de los demás con sus creaciones, era un artista en ciernes.

A su madre dedicó dos de sus mejores interpretaciones: «Madre», compuesta por Pedro Colina en 1963 y «Madre adorada”» de Eurípides Romero de 1964:

«La madre es el ser supremo
del hombre sobre la tierra
cómo no amar en extremo
a quien tanto amor encierra».

Al regresar a la Maracaibo en 1958, comenzó su transitar por los escenarios, cantaba con solvencia, componía valses, gaitas y danzas. Como profesional de la gaita comenzó en el conjunto Los Sabrosos, agrupación donde también militaron Luis Ferrer, quien era tres años mayor que él, y el cantante José Bolita Ríos, quien sería su más fiel compañero. Luego estuvo en el conjunto Santa Canoíta. En 1962 participó en la génesis de la agrupación Cardenales (a secas), donde ejerció su liderazgo, siendo la figura preponderante. Llegaron a llamarlos «Los Cardenales de Aguirre» hasta que él los bautizó como Cardenales del Éxito. Con ellos estuvo en dos períodos: en 1962 y 1966; en 1969 regresó para grabar temas inmortales como «La vivarachera», «Maracaibo marginada» y «Decreto papal».

A principio de la década de los 60, Ricardo trabajaba como maestro de la escuela Monseñor Granadillo inscrita en la barriada El 18 de Octubre, que había sido fundada en 1946. Allí conoció a una morena clara, de pelo crespo, de voz sensual, de nombre Teresa. Eran colegas docentes, ella había escuchado la voz de Ricardo en la radio, su timbre lo reconocía. Teresa cuenta que una mañana, cuando pasaba por el pasillo junto a los  salones de clase,  escuchó una voz armónica, que le era cotidiana, con palabras afinadas como notas. Sintió curiosidad y se acercó a la puerta para escuchar mejor y ver de quién se trataba, quién era ese orador. Abrió la puerta del salón de clase y vio al joven docente con lentes de pasta, escaso cabello y tez morena: era el maestro Ricardo, con él se casaría unos meses después y tendrían cuatro hijos: Ricardo, Jorge Luis, Janeth y Gisela. Una década duró el romance que nunca se extinguió en el recuerdo de la maestra Teresita Suárez, quien desde entonces llevó con dignidad el estigma de su viudez.

La agrupación Cardenales del Éxito copaba la escena, sus temas estaban en todas las emisoras del país, eran recibidos con honores en los canales de la región y en los de cobertura nacional en Caracas. La gran figura era Ricardo Aguirre, por su dotes de líder, su voz impecable y distinguida, la fuerza de sus interpretaciones: estaba rodeado de un extraño misticismo. Lo acompañaban Germán Ávila, Moisés Medina, Eurípides Romero, José Tineo, Douglas Soto, Jairo Gil y sus hermanos Rixio, Renato y Alves Aguirre González.

El Ricardo autor e intérprete, basó su obra en cuatro pilares fundamentales: el primero la alabanza a la Virgen Chiquinquirá con temas como «Mi Chinata» de Jairo Gil y «Reina Morena» de 1966, «Dos madres antañonas». El segundo pilar o cimiento fue la protesta, la gaita reivindicativa, todas las hizo enfrentando a los gobiernos adecos: el de Rómulo Batancourt entre los años 1959-1964 y el de Raúl Leoni de 1964 a 1968: «La guayana Esequiva», «Imploración», «Decreto papal». El tercer pilar fue su canto a la alegría, a la celebración de la vida, entre otras: «La parrandera», «La pica pica», «La boda del cachicamo», «La bullanguera». Y el cuarto pilar de su cosecha tiene base en las gaitas que expresan su amor por las tradiciones, las crónicas cantadas, como «Los piropos», «Mi danza», «La Flor de la Habana», «Remembranzas I y II».  Cada temporada, durante la década de vida artística que tuvo, pegaba en la radio varias gaitas, lo cual no era usual. Por ello, nos dejó un inventario de más de 30 éxito, todos con absoluta vigencia, como «La grey zuliana» tema que grabó en 1968 con el Conjunto Saladillo:

«En todo tiempo
cuando a la calle
sales mi reina
tu pueblo amado
se ha confundido
en un solo amor
amor inmenso,
glorioso, excelso,
sublime y tierno,
amor celeste,
divino y santo
hacia tu bondad».

Tema especialmente difícil de interpretar, porque tiene un introito en tiempo de danza y en su melodía notas muy bajas, y luego en los versos registra notas altas, para tesitura de tenor. Por eso en muchas agrupaciones la cantan dos solistas: un barítono al principio y le responde un tenor. Es una composición híbrida porque comienza como una oración cantada a la Virgen, y finaliza en una protesta  donde pide: «tendréis que meter la mano y mandarlos pa'l infierno». Por unanimidad, la patria gaitera la considera su himno: por su fuerza y solemnidad. Es la gaita más conocida en todos los parajes de Venezuela.

Ricardo regresó a Maracaibo después de egresar de la Escuela Normal Gervasio Rubio a los 19 años de edad y comenzó a trabajar como docente en la Costa Oriental del Lago. Su voz prodigiosa la comenzó a utilizar en todo los ámbitos: en el aula de clase, en la radio (tenía el certificado de locutor número 3.247). Con distinción cantó tangos, declamó y animó veladas gaiteras.

En 1967 rompió con la agrupación que había fundado, Cardenales del Éxito y se marchó al Conjunto Saladillo, allí grabó éxitos inmortales y le dio una dimensión nacional a su nueva divisa. Regresó a Cardenales en 1969 y ese año, en plena temporada, muere de forma inesperada. Recuerdo con claridad la mañana de su muerte, yo tenía siete años de edad, y junto a mi hermano Leandro Lenin acompañábamos a nuestro padre Luis Nemesio en su carro por puesto, él escuchaba la radio absorto y luego le daba golpes al volante del auto, refunfuñando con la barbilla pegada al pecho. Y aunque en ese momento, nosotros no entendíamos lo que pasaba, después comprendimos que papá lamentaba la muerte de alguien que sentía parte de su vida, que representaba su voz, el guía del pueblo marabino en sus reclamos.

No tuve la suerte de ver en persona a Ricardo Aguirre, al momento de su muerte yo era un niño ajeno a la gaita, pero en 1995 conocí muy bien a su familia, a su viuda, a sus cuatro hijos y hermanos, cuando participé en la génesis de la agrupación «La Dinastía Aguirre». Con ellos grabé un tema para  homenajearlo, de la autoría de su amigo Jairo Gil, titulado «El billar», que describe lo que constituía su mayor pasatiempo: solía jugarlo en el negocio «La  Paz Florida»:

«Recuerdo al Monumental
jugando en La Paz Florida
con gente vieja, curtida
que no pudo derrotar.
Se comprometió a pagar
con gaitas que en forma clara
al cantar en la taguara
más nadie jugó billar».

Ante el enigma de su muerte temprana nos podemos preguntar: ¿A dónde hubiese llegado con su canto Ricardo Aguirre? ¿Cuál hubiese sido su respuesta a la devastación de El Saladillo en 1971? ¿Habrían conocido las naciones del Caribe con su canto, hubiese propiciado la internacionalización del género? ¿Qué respuesta le hubiese dado a la actual invasión del vallenato, su exagerada exposición en los medios? En su adultez mayor: ¿Se habría dedicado en pleno a la radio para orientarnos?

El maestro Aguirre fue un hombre de estilo sobrio, austero, que en la intimidad era muy alegre. Cuando cantaba una gaita no gritaba frases, nunca hizo de ayayero entre los versos, era muy formal: como si cantase gregoriano en un templo. Poseía una aureola de líder y el timbre de voz especial, considerado así por unanimidad el mejor, esto luego de revisar seis década de grabaciones en la gaita. La gente sentía que él hablaba por ellos, con absoluto respaldo e identificación con sus temas, le costaba creer que solo tenía 30 años al momento de morir, quizá por su gesto parco y severo, con una timidez propia del joven que tenía estrabismo y poseía  una estampa  intelectual sartreana.

 En su corta vida todo estuvo a su favor: el público, el éxito musical, el talento para cantar, la aceptación de su planteamiento artístico, la familia que conformó. Todo, menos el destino, ese 8 de noviembre, en la madrugada lluviosa del sábado aciago, cuando las fuerzas de la muerte se confabularon en su contra.

La despedida a Ricardo fue multitudinaria, masiva, llena de gaitas, llanto, lluvia y oraciones, la ciudad se paralizó para participar en sus honras fúnebres. Firmo Segundo Rincón le escribió una danza obituario que interpretó Tino Rodríguez llamada “Nuestra plegaria”, grabada por Cardenales del Éxito en 1970:

«Dónde estabas tu Papadiós
que no acudiste en resguardo
de El Monumental Ricardo
cuando un golpe tan atroz,
lo llevó del cielo en pos
consternando a los zulianos
que nunca podrán mi hermano
decirle adiós,
mientras se escuche su voz
jamás le dirán adiós».

Firmo Segundo lo describe «dormido sobre los hombros de un pueblo que con asombro, partir lo vio». Cuando se cumplieron 14 años de su partida, en noviembre de 1983, el entonces Gobernador del Estado Zulia, Humberto Fernández Auvert, promulgó un decreto donde declaraba oficialmente el 8 de noviembre como Día del Gaitero. Y así se ha respetado y celebrado en todo el país. Renato Aguirre, el quinto hijo de la familia Aguirre González, compuso en 1980 el tema homenaje a su hermano que está en el corazón de los venezolanos, gaita que los músicos más connotados consideran la joya que corona el folclor, se trata de “Aquel zuliano”. En su último verso, expresa la misión de darle continuidad a la obra gaitera de su hermano mayor Ricardo José:

«La luz nace en la mañana
interrumpe en mí el ensueño
 la voz creo que fue un sueño
pero hay un misterio grato
dejó olvidado su cuatro
debajo de mi ventana».

Renato Alonso Aguirre González recibió el mandato de seguir su legado, y así lo ha cumplido.
Por amor al Zulia,  debemos mantener vivas las gaitas de Ricardo Aguirre, llevarlas a las escuelas, tenerlas en nuestras casas como una fuente, asegurarnos que suenen en las emisoras, pues son nuestro tesoro cultural, cantera de nuestra identidad, columna de fuego que nos guía en las noches en medio del desierto creativo y el desarraigo. Su obra nos ampara ante el asedio de la música extranjera.
La muerte insospechada de Ricardo Aguirre no supuso un fracaso, no fue un zarpazo que se lo llevó todo, por el contrario: lo elevó más como antena de nuestra raza, y el pueblo se vio reflejado en su canto. El poeta barquisimetano Rafael Cadenas nacido en 1930, escribió sobre el fracaso: «Cuanto he tomado por victoria es sólo humo». Ricardo no fracasó, superó el olvido que envuelve a los difuntos, pasó a otro tiempo, y nos dejó el más preciado de los dones: la esperanza, reflejada en sus creaciones musicales. Se marchó confundido entre la lluvia y el llanto ese noviembre irrepetible, donde la nostalgia se instaló para siempre en la cotidianidad de este pueblo.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com

«Las palabras apuntan, son flechas. Flechas clavadas en el cuero tosco de la realidad». Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004). Tratar de anunciar la muerte de Juan Gelman es como intentar apagar de un golpe todos los tangos de Gardel, como tratar de impedir que alguien entone las notas que portan sus versos, que relatan historias de amantes en crisis y de fontanas enamoradas.

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 27 de enero 2014 (D58).- Decir murió Gelman, es como querer esconder todos los ejemplares de Rayuela, tratar de borrar las solapas de sus infinitas ediciones para que nadie vea la fotico de Cortázar.  Es una tarea absolutamente infructuosa, porque el poeta de Villa Crespo vivió 83 años con todos sus días, sus noches y sus sueños. Empleó lo mejor de su tiempo en crear  lenguaje, hacer poemas y crónicas memorables, vivir el fútbol pasional, y buscar sin tregua a sus seres queridos, que les fueron arrebatados sin piedad. En definitiva: empleó su vida en darle al mundo otra voz.

La inmortalidad del poeta Juan Gelman comenzó cuando le inventaron su apellido los gendarmes que recibieron a su familia judía en el puerto de Buenos Aires, sus padres eran tímidos ucranianos:  José Mirotchnik y Paulina. Venían huyendo del espanto de la guerra y las hambrunas. Llevaban es sus espaldas el peso de un apellido prestado a los alemanes: Hellmann, mote que les permitió su salida de la Rusia zarista en 1912. Ese día del arribo, los agentes bonaerenses de turno les preguntaron ¿cómo se llaman ustedes? y así como sonó su respuesta lo anotaron en sus libretas de aduana: «g-e-l-m-a-n».

El primer encuentro de Juan con la poesía, «la señora que comenzó a visitarlo sin anunciarse», lo tuvo gracias a su hermano mayor Boris, quien le recitaba versos de Alesandr Pushkin en ruso, versos que él no entendía, pero disfrutaba el ritmo de los extraños fonemas, su musicalidad casi percutiva y gutural. A los nueve años escribió su primer poema, dedicado a una vecina que lo enamoraba de nombre Ana. Y a pesar que nunca la conquistó, la otra señora, la de los versos, la etérea y nocturna; lo siguió visitando en su soledad:

«Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños».

Logró  publicar 30 poemarios, obras que han paseado por muchas lenguas, por muchos escenarios y naciones remotas. 

Confieso que yo lo admiré, no solo por su don para la poesía, sino por su trabajo periodístico, trabajos que publicaba cada semana. Él escudriñaba el mundo, buscaba las verdades y las relataba en sus crónicas. Afirmó: «A través del periodismo yo manifiesto mi posición política». Al igual que Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martínez, el flaco Gelman siempre convivió con la literatura y el periodismo. Alguna vez dijo: «La poesía y el periodismo son mis vecinos, viven en diferentes pisos de mi edificio».

El 24 de agosto de 1976 se produjo un hecho terrible que marcó la vida del poeta porteño, le dio un tono más grave a su voz, una luz más triste a su mirada, a sus ojos de pez anciano. Un comando militar a las órdenes del dictador Jorge Videla, secuestró a su hijo Marcelo Ariel y a su esposa Claudia con siete meses de embarazo. Ese día comenzó una búsqueda desesperada que duró 13 años. 

Los restos de su hijo aparecieron el 6 de enero de 1990 en un tonel, tapiado con cemento al igual que el de su nuera. Gelman recibió la solidaridad de muchos artistas en el mundo entero y once años después de esa tragedia, recuperó a su nieta Macarena, había nacido en cautiverio en Uruguay y la crió la familia de un policía montevideano. 

Ellos le prestaron sus apellidos, absolutamente ajenos a su estirpe. Ante esa tragedia, su abuelo publicó un desgarrador poema que tituló «Carta abierta»:

«El 24 de agosto de 1976
mi hijo Marcelo Ariel y
su mujer Claudia, encinta,
fueron secuestrados en
Buenos Aires por un
comando militar.
Como decenas de miles
de otros casos, la dictadura
militar nunca reconoció
oficialmente a estos
“desaparecidos”.
Hablo de
“los ausentes para siempre”.
hasta que no vea sus cadáveres
o a sus asesinos, nunca los
daré por muertos».

En esencia Juan Gelman fue un poeta del amor, de la solidaridad y la sencillez. Con una gran demostración de resiliencia, convirtió el dolor en arte. Se caracterizó por utilizar diminutivos para expresar sentimientos colosales:

«siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día,
      limpiaba suciedades del mundo, lavaba el piso del sur».

Entre sus actividades artísticas más relevantes, Gelman realizó un ciclo de concierto-recitales con su paisano Rodolfo Mederos, reconocido maestro del bandoneón nacido en 1940. Esos recitales fueron muy celebrados, grabados para la televisión, colgados en la redes electrónicas. En el escenario aparecían tres músicos: un guitarrista, un contrabajista y el maestro bandoneonista Mederos. En una mesa, a un lado del escenario, con una copa de vino tinto servida, aparecía el maestro Juan Gelman con su poemario en las manos. Fueron joyas en escena que entrelazaban la poesía, el tango instrumental y su gestualidad sobria. Ese evento de gran tenor artístico lo llamaron «Del amor».

Gelman militó en el Partido Comunista de Argentina desde los 17 años de edad, después fue miembro de Los Montoneros. Desde que la dictadura lo obligó a ser exiliado en 1975, se convirtió en un embajador de los torturados y desparecidos de su país ante el mundo. En la Universidad de Alcalá de Henares el 23 de abril de 2007, en su discurso de aceptación del Premio Cervantes ante la realeza y la Academia Española dijo: «La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra “desaparecido” es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto». 

Fue un hombre comprometido con la justicia, la equidad y la vida.
La película «El lado oscuro del corazón» de Eliseo Subiela (1992) muestra al actor Dario Grandinetti recitando poemas de Gelman. Una escena memorable sucede en el buquebus que cruza el Río de la Plata, va de Montevideo a Buenos Aires, el actor relata versos de «Sefiní»:

«Basta,
por esta noche cierro la puerta
me pongo el saco
guardo los papelitos
donde no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar».

Ese laureado filme propició un encuentro del poeta con los auditorios más jóvenes del continente en ese momento, más allá de sus libros, esa cinta representó una catapulta. 

El nuevo siglo le trajo al poeta muchas satisfacciones que el siglo XX le negó. Recibió el premio Juan Rulfo 2000 en México. Le fue otorgado el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y el Reina Sofía de España en 2005. Al lado de su nieta Macarena Gelman García, recibió el máximo galardón de las letras hispanas, el Cervantes 2007.  A su nieta le escribió:

«Así que has vuelto
como si hubiera pasado nada.
como si el campo de concentración,
no como si hace 23 años
que no escucho tu voz ni te veo.
Han vuelto el oso verde, tu
sobretodo larguísimo y yo
padre de entonces
Hemos vuelto a tu hijar incesante».

Macarena junto a la mujer del poeta, Mara Lamadrid; fueron las encargadas de anunciar su deceso la tarde del 14 de enero de 2014 en México, país que amó y fue su morada por 20 años. Según relataron los periodistas que cubrieron sus exequias, a Juan se lo llevó una leucemia agresiva, mortal, cosa que no lograron ni las dictaduras del sur, ni las sentencias a muerte de sus enemigos políticos. 

Su partida nos obliga a cambiar el tiempo de los verbos al referirnos a él, del presente al pretérito, todo lo demás sigue igual: la emoción al escuchar su poesía, la vigencia de su propuesta verbal, su timbre de voz en los portales. Como él mismo dijo: «No se muere de amor, se vive de amor». En las redes electrónicas circuló un poema que él regaló al cantor andaluz Joaquín Sabina, no es más que un testamento en versos: 

«Cada día me acerco más a mi esqueleto, esqueleto saqueado.
Pronto no estorbará tu vista ninguna veleidad».

Juan Gelman, ahora despojado de su delgado cuerpo, el que llevó Elena Poniatowska a describirlo «tímido y frágil como un pájaro”. Sin su bigote cano, sin su voz impecable de barítono, nos acompañará desde los rincones de las bibliotecas, desde los dancings, los bares y bulevares. Como siempre: fumando Fontanares entre notas de bandoneón, tomando tragos de ginebra para alejar la muerte. Su entrañable amigo y vecino colindante, el poeta defeño José Emilio Pacheco ha dicho sobre él: «No es muy usual por estos días, pero su existencia estremecida por todas las tormentas, tuvo un final feliz». Sin duda, el mundo poético gelmaniano tiene mil puertas y todas permanecerán abiertas.


León Magno Montiel
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Renato Aguirre

«Irrumpiste en el reino de mis secretos,
donde solamente  yo me oriento».
Imre Kertézs (Hungría, 1929).

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 16 de septiembre de 2013 (D58).- Cuando Renato Aguirre recibió la terrible noticia de la muerte de su hermano Ricardo, al amanecer del 8 de noviembre de 1969, estaba a cuatro días de cumplir 23 años.

Renato había acompañado durante sus siete años de carrera profesional a su hermano cantor, primero en los Cardenales (a secas), luego en Cardenales del Éxito, en los años 1967 y 1968 en el Conjunto Saladillo, los gaiteros del pueblo. Ricardo era su hermano mayor, su ídolo, el cuarto vástago de la familia de siete varones. Esa noticia tan devastadora, recibida cuando apenas salía de la adolescencia, lo marcó para toda su vida, lo encerró en una eterna bruma de nostalgia y lo comprometió a llevar por los escenarios del mundo el cuatro de su  finado prójimo y compañero, el mismo que le dejó una madrugada debajo de su ventana:

«La luz nace en la mañana
Interrumpe en mí el ensueño
la voz, creo que fue un sueño
pero hay un misterio grato:
dejó olvidado su cuatro
debajo de mi ventana»
(Aguirre, 1980).

Sus nombres Renato Alonso, significan; el renacido preparado para la lucha. Su signo es escorpio, que le da la creatividad y la pasión. Nació el 12 de noviembre de 1946, como el sexto hijo de Luis Ángel en Ida Cira González. Fue bautizado católico. Su extensa familia siempre tuvo la música como prioridad, es una cofradía de buenos ejecutantes del cuatro y talentosos cantantes, dotados de una afinación innata y voces abaritonadas.

Su carrera artística comenzó cuando su hermano Ricardo le pidió le hiciera una suplencia en Los Cardenales, que llamaban para la época «Los Cardenales de Aguirre». Fue para una actuación en Cabimas, en la inauguración de una sucursal de la tienda «Calzados Ciros: a sus pies».  Así, a los 16 años de edad, comenzó la intensa carrera, donde supo construir un liderazgo desde las bases, como cuatrista, compositor y director musical de importantes agrupaciones.

Su inmensa producción como compositor comenzó en la década de los 60. En 1966 le colocó la música al clásico «Reina Morena» con la poesía de Jairo Gil. Su primer gran impacto en el ambiente gaitero, lo dio con su tema «Aleluya» grabado por Ricardo Aguirre con Cardenales del Éxito en 1971:

«Aleluya a la gaita quiero
Aleluya a la gaita adoro
Aleluya porque es el tesoro
Aleluya del maracaibero».

Era el tema obligado en las actuaciones de esos renovados Cardenales del Éxito, dirigidos por Pedro Suárez, con cantantes veinteañeros, de gran talento y carisma: Astolfo Romero, Daniel Alvarado, Danelo Badell, Ender Fuenmayor y su intérprete más leal Ricardo Cepeda:

«Todo aquel que sea gaitero
un aleluya recibe,
si se muere se revive
con este golpe pascuero».

Le siguieron éxitos como «El Bambuco» en el año 1975, fue la primera gaita romántica, de nuevo tenía éxito la dupla de compositor-intérprete Aguirre-Cepeda:

«Un bambuco y una serenata
le dieron vida a un amor
un mozuelo cantaba a una flor
que más tarde sería mi madre,
le cantaba mi futuro padre
lleno de inmenso fervor».

Se agigantaba su prestigio como excelente cuatrista y genial compositor. Su personalidad la marcaba su humor inteligente, mordaz. El misticismo que envuelve sus actos, su ceremonia creativa.
Él, en una entrevista en la radio, me relató que para componer buscaba la madrugada, su silencio y la pasión serena que de ella se desprende, el momento del conticinio.

Solo con su cuatro y su libreta, Renato crea una atmósfera que lo conecta con lo celeste, con lo espiritual, y comienza a crear versos y melodías inusitadas, poco convencionales.  Es como si creara un pequeño cielo a su alrededor, una pequeña bóveda celeste donde manan sus musas.

Renato Alonso Aguirre González, apellidos con alto significado: Aguirre es de origen vasco, refiere: «lugar en lo alto». González es un patronímico muy extendido en España, deriva de Gonzalo.

Llamado el poeta diamantino, cree: que el universo es perfecto, su energía que lo alcanza todo. Piensa que hay una conexión planetaria infinita, una luz líquida que fecunda y da vida. Su interés como creador va desde la alegría de una parranda como «Palomita negra» o «Caimare Chico» con ritmo violento y letras llenas de humor, hasta los temas dedicados a la Virgen y sus misterios divinos.

También ha realizado gaitas-crónicas, como «Aquellos lejanos días» que grabasen Los Compadres del Éxito, donde relata el comienzo de la explotación petrolera en 1922, con el reventón del pozo El Barroso en Cabimas, hasta entonces, era una aldea de pescadores:

«El Zulia perdió la razón
cuando hubo el reventón
de petróleo en el Barroso.
Y el pueblo gozoso
miró con asombro el pozo
que enriqueció a la nación».

En ocasión de celebrar sus 50 años de fundados, en la temporada 2010, Los Compadres del Éxito le confirieron el honor a Renato Alonso de ser el compositor de su tema aniversario. Él  les entregó una hermosa obra musical, que relata sus inicios en el decenio de 1960, cuando grabaron de la mano del maestro Rafael Rincón:

«Mil novecientos sesenta,
tan lindas noches pascueras
la  familia petrolera
de  Bachaquero fomenta
esa  navidad contenta
haría un grupo inolvidable
que serían Los Compadres
del éxito que proyectan».

Ante la prematura muerte de Ricardo Aguirre, cuando apenas tenía 30 años de edad, y su ausencia inesperada, Renato debió asumir el liderazgo de la principal familia gaitera del país. Sus hijos, los hijos de Rixio, Albes, y del propio Ricardo, lo reconocieron como el jefe que los nucleaba a su alrededor. Por ello fue director de la agrupación que concentró a los talentosos primos, La Dinastía Aguirre, creada con el patrocinio del industrial zuliano Antonio Moschella. Después creó y dirigió La Grey Zuliana junto a su hijo Ricardo, el poli-instrumentista que lo ha acompañado en todas sus grabaciones desde los años 90. Con La Grey Zuliana realizó un hermoso homenaje a Rafael Rincón González, con el tema «Zulianidad frondosa»:

«Maracaibo dichosa
de añeja cofradía
te rezo al mediodía
tibia, lozana y piadosa.
Que en horas primorosas
regalas fantasías
a novios que esos días
paseaban en carrozas.
Ésta es la cuna hermosa
hogar y bendición
de Rafael Rincón;
zulianidad frondosa».

Su estatura artística indiscutible, su heredad gaitera, lo llevó a presidir la fundación de la gaita, institución que lleva el nombre de su hermano Ricardo Aguirre; encargada de promover la gaita en las escuelas del Zulia y atender a los gaiteros de las distintas generaciones, asistirlos, acompañarlos, con el respaldo de la Gobernación del Estado Zulia. Estuvo allí al frente desde el año 2003 hasta el 2012; sin duda que su gestión gerencial, la ciudadanía en general la calificó como exitosa.

La agrupación A lo Zuliano, dirigida por el cronista Héctor Raúl Vega, cuya  base de operaciones está en Ciudad Ojeda, realizó una súper producción en homenaje a la obra musical renato-aguirreña. Para ello versionó sus mejores gaitas, donde participaron Neguito Borjas, Ronald Borjas, sus bellas hijas Rena y Daniela, su nieto-sobrino Ronald Aguirre Romero, cantando de forma impecable, con su marcado acento mexicano. También participó Rafael Pollo Brito y los acompañaron una valiosa pléyade de músicos consagrados, de alto nivel profesional. Uno de los temas que conmueve es «Cordón de plata» dedicado al eterno lampo del Catatumbo, donde lo llama «emisario del alma sideral»:

«Relámpago;
fulgente símbolo de la inmortalidad
cordón de plata
que une a la zulianidad
con ese gran misterio
en tal inmensidad».

En el año 1988 conoció al tenor Alfredo Sadel, un año antes de su muerte, contaba con una vastísima fama en Europa y América. Sadel le confesó que lo  admiraba por sus composiciones. Para él, Renato compuso el tema «Catatumbo templo del sol» y lo grabó en los estudios de Sonofuturo con el respaldo de la agrupación La Universidad de la Gaita:

«Allí donde Dios se posa
desde el principio del mundo
nace el sol del Catatumbo
y  se siembra el universo
es el océano excelso
de la gloria misteriosa».

El poeta Aguirre González ha sabido navegar en las aguas de la creación melódica, ha sorteado los demonios que atormentan a un compositor. Sabe que su cuatro es como un peñero que boga sobre las aguas profundas del arte, sobre la superficie de insondables misterios y peligros. Y sobre su cabeza, siempre protegida con una gorra beisbolera, está la panza gris del cielo, que le ha regalado por igual bendiciones y tempestades.  En ese navegar ha mantenido un Norte de elevación espiritual, ha sido el autor de las gaitas profundas a la Virgen, la ha rodeado con pétalos de aurora, no ha cejado en su búsqueda mística, con frutos tan hermosos  como «Sagrada dama del Salladillo» y «Oración de piedra».

En el punto Este de su brújula, él fija el amanecer, el comienzo de la historia, allí están sus gaitas épicas, como «El guerrero peregrino», «Vigencia de un perfil», «Fascinante Venezuela», «100 años LUZ»:

«Aquel ígneo personaje
que cabalga en nuestra historia
ciñe corona de gloria
azul patrio a su linaje».

En el Sur profundo están sus raíces, las estampas antañonas, la evocación de sus ancestros. El Sur, es el punto cardinal de su creatividad donde están los temas costumbristas: «Aleluya», «La negra Juana», «La palangana», «Cuero y madera», «Negrita faramallera». En el Oeste ubica lo sombrío, el amor de cómplices, el acoplamiento carnal, el final festivo del día. En ese punto cardinal de su obra están los temas «Amor Prohibido», «Parranda con amor» y «Acaríciame»:

«Ella despertó enseguida
la lama de la pasión
que estuvo en mi corazón
por mucho tiempo dormida»
 (Aguirre, 1991).

Su tránsito por las agrupaciones gaiteras comenzó con el quite que le hizo a su hermano Ricardo en Los Cardenales. Desde la década de los 70 ha pertenecido a La Universidad de la gaita, VHG donde grabó en 1989  «La historia de la grey». Fue director fundacional de La Dinastía Aguirre, luego de La Grey Zuliana junto a su hijo Ricardo «el pelón» Aguirre. Formó parte de Los Colosales junto a su intérprete predilecto y hermano astral Ricardo Cepeda. Y es miembro fundador de Los Chiquinquireños, la agrupación que se reúne para ofrendar a la patrona maracaibera en sus fiestas.

Para ese conjunto, compuso los dos temas más imponentes que se hayan realizado en el culto mariano chiquinquireño en las últimas décadas: «Monumento de Chiquinquirá» del año 2003  y «La elegida» en el 2009:

«Todo era humilde y precario
pero en el ambiente espeso
flotaban mansos los rezos
de aquellas almas de a diario.
colgaba un viejo rosario
en la pared de aquel nido
y álbum descolorido con aromas de presagio
y en lo alto un crucifijo
con el primer legionario».
(Aguirre, 2009).

Astolfo Romero, uno de sus más afectuosos compañeros de vida, escribió en su honor una parranda que tituló «Renato candela» donde lo describe en su lado bohemio, parrandero, hombre lleno de humor e ingenio:

«Cuando sale a parrandear
siempre un cuatro lo acompaña
dale Renato, Renato candela
pero es que él tiene esa maña
y no se le va quitar».
(Romero, 1978).

Con varios centenares de obras en su cofre particular, con un perfil de líder y aureolado por el fuego de la inspiración, Renato celebra su vida. Superó una complicada operación a corazón abierto, que le realizaron en el centro cardiológico IECTAS, intervención quirúrgica que se prolongó por ocho agónicas horas. Ahora pasó la hoja de ese percance y se siente rejuvenecido, comparte sus atardeceres con sus nietos, sus hijas y su esposa Arita. En las madrugadas, entra a hurtadillas a su terraza a componer, para seguir sondeando el reino de secretos marianos, los  misterios del amor y la gloria de antiguos próceres. Crea sus gaitas desde ese pequeño cielo, donde  solamente él se orienta, con la luz de su musa prodigiosa.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com