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Las tumbas tenían una profundidad de hasta dos metros y cada una contenía dos vasijas: una haciendo la función de urna funeraria y la otra haciendo de tapa de la primera
Maracaibo, Zulia, Venezuela, 14 de junio de 2016 (D58).- En las últimas semanas de mayo se han descubierto tres tumbas y una ofrenda, de unos 2.000 años de antigüedad, durante unas obras en el municipio colombiano de Itagüí, al sur de Medellín, y «es muy probable que haya más tumbas y otros restos, pues seguramente se trata de un antiguo cementerio», revela Juan Pablo Díez Ramírez, director de la Corporación SIPAH, a National Geographic.
«Es el primer hallazgo de este tipo en Itagüí y quizá el más representativo de todos, pues muchos otros han sido muy alterados por el vandalismo y la guaquería, que son consecuencias de la falta de interés que el Estado ha mostrado históricamente por este tema, aunque en la última década va cobrando mayor relevancia. La verdad es que ya estamos cansados de que nuestros niños y jóvenes se sepan de memoria la historia indígena de otros países como México, Perú o Egipto y que difícilmente conozcan la prehistoria de este territorio», critica el arqueólogo.
El primer hallazgo, una laja situada a 1,20 metros de profundidad, salió a la luz como consecuencia de unos trabajos con una retroexcavadora. Desde entonces, la Corporación SIPAH, que es una organización sin ánimo de lucro, ha dirigido las labores arqueológicas en la zona, donde se proyecta construir el Centro Integral Parque de las Luces, el centro de desarrollo infantil más grande de Colombia.
El mundo de los vivos se ha topado así con el mundo de los muertos. El presente enfrentado al pasado más remoto. «La posible antigüedad del hallazgo no nos sorprende, pues ya tenemos noticias de seres humanos habitando el Valle de Aburrá desde hace 10.000 años, pero nos llena de alegría saber que nuestro municipio se comienza a sumar a esta reconstrucción del pasado de la región con pruebas contundentes», expresa Díez Ramírez.
Las tres tumbas se conocen como tumbas de pozo directo o sencillo, consistentes en una perforación vertical, generalmente circular y con una profundidad que varía entre el medio metro y los dos metros. Las lajas (piedras grandes, lisas y planas) se colocaban en las respectivas bocas de los pozos a modo de tapa, para sellar la tumba y preservar su contenido.
Al retirarlas, los arqueólogos han encontrado dos vasijas en el interior de cada pozo: una haciendo la función de urna funeraria y la otra haciendo de tapa de la primera. Al levantar la tapa de una de las vasijas ha aparecido agua en el interior, procedente de la lluvia.
«Dentro de las vasijas seguramente depositaron restos orgánicos y cenizas humanas, pero de momento sólo se observa tierra. Los análisis en el laboratorio determinarán si hay restos minerales, orgánicos, cerámicos, líticos o metálicos», comentó Díez Ramírez.
«La ofrenda se observa en el suelo alrededor de una tumba y, de momento, se ha excavado una vasija similar a la de las tumbas, pero se diferencia de estas por su posición, localización y contexto», añade.
El pasado lejano de Colombia se va asomando poco a poco y sus vestigios aportan información muy valiosa sobre las civilizaciones prehispánicas de América.
«Por la antigüedad de los vestigios no existen registros históricos que permitan saber cómo se llamaban estas comunidades y, por lo que sabemos, tampoco desarrollaron un lenguaje escrito. De manera que la arqueología les asigna un nombre que se relaciona con su tecnología: por eso llamamos Marrón Inciso a estos grupos humanos que, entre otras cosas, desarrollaron una tecnología alfarera en la que destacan las vasijas de color marrón y con decoración incisa», concluye.
Fuente y redacción: nationalgeographic.com.es
Edición: Villasmil, Henry
Fotos: Juan Pablo Díez Ramírez (Corporación SIPAH)