Nelson Martínez entre santos y tambores


«El  viaje humano se inició en África,
todos somos africanos  emigrados».
Eduardo Galeano (Uruguay 1940)

Los antropólogos coinciden en que el primer indicio de vida humana se originó en el continente africano. Investigadores de la Universidad de Cambrige analizaron 6.000 cráneos antiquísimos y determinaron que los más primitivos correspondían a humanos originarios de África meridional. Allí, en el continente negro, comenzó el gran viaje humano a través de los siglos.

Maracaibo, Zulia, Venezuela, 01 de junio 2013 (D58).- En el Zulia son muchos los rasgos de africanía que poseen sus pobladores. Sobre todo; en la Costa Oriental  y  en el territorio surlaguense. En los pueblos que crecieron a orillas del reservorio de agua dulce, de 13.000 kilómetros cuadrados de extensión. En sus radas  se asentaron los descendientes de los africanos traídos a partir del siglo XVI en condición de esclavos, procedentes de Angola, Benin y Nigeria. En el resto de Venezuela, se asentaron en las costas de Aragua, Miranda y Monagas mayoritariamente.

La población afrozuliana generó su propia música: La gaita tambora, el chimbangle, que se toca en honor a San Benito de Palermo. Éste es un ritmo conformado por una batería de siete membranófonos cónicos, llamados: Mayor, arriero, respondón, cantante, medio golpe, requintas (dos hembras) y la media-requinta, que es la niña de este batallón de la percusión que también rinde tributo a la deidad Ajé: El orisha de la riqueza en el sincretismo yoruba. 

Uno de los mayores representantes de la gaita de tambora y de la música negra zuliana es Nelson Martínez, el bardo que nació en Caripito, estado Monagas, el 20 de septiembre de 1950. Emigró con sus padres, siendo un niño, a la «tierra del mene». Se hizo vendedor de «patecoco» un dulce oriental que le preparaba su madre Carmen Dolores Blanco. Con los años, fue ejecutivo de ventas de máquinas de coser, marchante autogestionario y un cantante de calle.

Inició su carrera de cantor con el conjunto Los Corsarios. Luego pasó a las filas de Gaiteros del Prado. En 1969 Santos Nucette, miembro fundacional del Gran Coquivacoa lo invitó a ser figura estelar de esa agrupación cimera, bautizada con el vocablo arahuaco que dio nombre al lago. Nelson con apenas 19 años de edad, se apoderó de los escenarios, con su voz pastosa, de graves notas, y a la a vez; se tornaba en un timbre alegre y festivo. Cada interpretación suya era una celebración. Cantaba los gaitones donde relataba la vida de los santos en las calles del Saladillo, de los muertos dialogando en los camposantos de la ciudad, gaiteando entre cipreses, rones y furros:

«Se formó un gaitón
donde Dios toca charrasca
y San Juan de Dios
el furro y tambor tocaba
y la China amada
que nuestra gaita cantaba
mientras que San Pedro
con un cuatro acompañaba».

                                         
Esas crónicas negras de inspiración pagana, Nelson las alternaba con la alegría luminosa y concupiscente de sus tamboreras, una forma musical que él impuso, y que no era más que el  resultado de la mezcla del chimbangle con la gaita de tambora de Boburito. Esas tamboreras las solían tocar Rody Tigrera y Nelson Suárez de pie, con la tambora bajo el brazo. Igual lo hacían  los furreros Jesús bocachico Petit y Elías Oviedo. Todos tocaban mientras bailaban, iban itinerantes alrededor del cantante líder, el santo negro de la gaita: Nelson Martínez.

De niño, Nelson se impresionó con la antigua «Danza del mono», ejecutada cada 28 de diciembre en Caripito, su pueblo natal. Allí un hombre disfrazado de chimpancé hacía una cadena de bailadores,  hombres que se oscurecen la piel y van danzando, acompasados detrás del mono. Exactamente el segundo día de celebración de San Benito en Cabimas. Dos rituales tribales, de origen mágico-religioso que aprendió junto a su padre Félix Antonio Martínez.

Nelson José Martínez Blanco conquistó el público venezolano con su gran carisma, su nívea sonrisa y su jocosidad. Él tenía una fuerza espiritual que imantaba a sus seguidores. Era un hombre de gran corpulencia, obeso en extremo. Por su apariencia  fue llamado en Caracas el «Barry White de la gaita». Sin duda tenía un gran  parecido con el genio de la música soul y el R&B nacido en Texas en 1944, hombre que en los años 70 dominó las carteleras discográficas en Venezuela y el mundo. 

Nelson aparecía en el Poliedro de Caracas con su boina, su voluminoso cuerpo, siempre sonriente, con impecables registros bajos. Su esencia afro venía de los pueblos del Monagas ancestral, la tierra de su amigo Tomás Aquino Font, el negro fontanero. El vocablo Monagas significa monje, anacoreta, es un territorio místico.

Los éxitos con Gran Coquivacoa superaron toda expectativa, una docena de  gaitones, casi una veintena de tamboreras, estuvieron en los primeros lugares de los rankings  nacionales. Siendo icónicos los temas: «San Benito» (número 9), «Cholagogue», «Pea Santoral», «Macario», «La borrachera» y la «Tamborera número 3»:

«Me voy a comprar un serrucho
que tenga buena la traba
porque así es como se acaba
los cachos cuando son mucho».
                         (Martínez, 1972).

La gaita «El Cholagogue» de 1977, de autor desconocido,  habla de un viejo remedio, de características homeopáticas, que administraban las abuelas cabimeras a comienzos de siglo XX para tratar estados catarrales. Nelson rehízo dos de sus versos:

«La terrible enfermedad
pone a la gente amarilla
toma con mucha frecuencia
El Cholagogue universal
porque te libra del mal
y te da alivio enseguida
Francisco Ochoa Castillo
de la Farmacia Central».

                                                  
Nelson formó parte de Los Turpiales, fue su figura estelar. Con ellos pegó «La casa de los Gaiteros», «El son caliente» y «Gaitón cuatro». Decidió marcharse a Caracas y entró a la agrupación Guasinca Zuliana. En 1991 fundó su agrupación Los Reyes de la Tamborera, con una gran propuesta afro, tuvo una gran presencia en los medios.

En el decenio 1980 cerró su ciclo gaitero publicando el álbum «Esta gaita si está gorda» con el tema «Cuando yo me muera» una producción independiente. Después comenzó a militar con orquestas bailables. En 1979 lo llaman del Súper Combo Los Tropicales para sustituir a Argenis Carruyo. Allí impuso su impronta,  su estilo jocoso, pegó los temas: «El Inglesito», «La hamaca matrimonial», «La danza del tenedor», y «El chofer» en 1980. Lo acompañaban los cantantes coterráneos Nilka Riera y Oscar Borjas, quienes para la época eran esposos. Junto a ellos, estaba el cantautor Ricardo Hernández. Hasta 1983 grabó con la orquesta dirigida por Giuseppe Pepino Terenzio, todos sus álbumes fueron record nacional en ventas.

De allí pasó a la Banda Country de Los Puertos de Altagracia y fundó la Orquesta La CIA. Con esas bandas se montó a surfear la ola de merengue que impuso Wilfrido Vargas en la década de los 80, recibió el respaldo del público una vez más.

Neguito Borjas ha admitido que el gaitero que él más ha admirado es el negro Nelson. Fue su ídolo siendo un adolescente en la Cabimas de los años 70, lo veía reinar en las tarimas con el Gran Coquivacoa. De él aprendió el oficio de cantautor, el rol como líder carismático de una divisa gaitera.

En 1986 Neguito invitó al «santo negro de la gaita» a participar en el álbum de esa temporada, donde estaba el tema «Las cabras» galardonada como gaita del año. Nelson grabó un gaitón que Neguito le escribió en su homenaje:

«Un sueño que tuve yo
con San Pedro y Papadios
me dijeron porque vos
no cantáis otro gaitón
si a santos, muertos y vivos
gaitas vos les dedicáis
¿porque vos no te cantáis
un gaitón para vos mismo?».
                                         

Ese tema supuso un reencuentro con su conjunto-hogar, con sus seguidores, que de nuevo disfrutaba de sus registros graves y su maestría al cantar.

 «Aleluya mi gaitón
porque me encuentro gaiteando
con Papadios y los santos
que me han hecho este fiestón
y me llena de emoción
el saber que canto ahora
con el Gran Coquivacoa
aleluya mi gaitón».
                                     
Gustavo Aguado, el líder del proyecto Guaco, admite que ellos aprendieron el ritmo y esencia de las tamboreras gracias a Nelson Martínez. Y esa forma musical primaria, de origen afrozuliano, lo fusionaron, y evolucionó hasta lograr la alquimia sonora que ahora llamamos Guaco. Por tanto, hasta en la propuesta guaquera Martínez tiene un  indiscutible aporte.

En el decenio de 1990 Nelson dedicó la mayor parte de su tiempo vital a la radio. En ese medio consiguió una forma de conectarse con el público, de mantenerse vigente como artista en la memoria colectiva. 

Hacía su programa por las mañanas, en Ciudad Ojeda. Por esos años coincidí con él, en la inauguración de una gabarra petrolera de la compañía Dowell Schlumberger. En esa ocasión, actuaron en el muelle citojense Los Blanco y el Gran Coquivacoa. Nelson subió a cantar con su grupo gaitero y provocó una gran euforia en los asistentes, que rememoraron sus días de gloria en la gaita.

Durante muchos años, Nelson padeció los rigores de la diabetes, patología reforzada por tantos años de obesidad mórbida. Le pasaba una abultada factura a su salud los desórdenes al comer, su rutina de bohemio apasionado, tanta bebida trasegada. Su organismo lo comenzó a traicionarlo, se inició la batalla de las inyecciones a diario, las dietas mezquinas, la vida insípida, los dolores y las descompensaciones. 

El 14 de enero de 1999 Nelson murió en Cabimas, martirizado por un tumor renal. Apenas con 48 años de edad se marchó ese  gigante del canto popular, el gaitero más carismático que  hayamos visto en un escenario. 

Como dijo el cronista de la salsa Rubén Blades: «Era un humano bendito, con el poder de crear las ilusiones». Dejó cuatro hijos: Nelky, su hija mayor, quien reside en Aruba junto a su hermano Héctor José. El tercer hijo es José Miguel, vive en España; y Ángela es la menor, destacada locutora de la Costa Oriental.

Juan de Dios Martínez, el cronista de la afrozulianidad,  nos enseñó que en cada tambor vive un espíritu, y al tocarlo, éste convoca a los santos a acompañar a los vasallos y a los febriles danzarines. Nelson Martínez ahora habita en algún  tambor mayor, en ese universo cónico, cuna de los repiques.

Es un espíritu a la espera del toque ceremonial, para comenzar a vibrar, a brindar la  luz de su alma; que aleja los males, los pesares; y nos deja su bondad.

«Dame razón Papadios
de Nelson que a las alturas
se fue buscando aventura
a tu lado allá en el cielo.
Cuidame al negro gaitero
zuliano de esencia pura».
(Abdénago Borjas, 1999)

                                      
Nelson Martínez, la voz de los gaitones,  rey de las tamboreras, ahora vive entre santos y tambores. Es legado vivo  de nuestra afrozulianía esencial.


León Magno Montiel.
Twitter @leonmagnom
Correo leonmagno@saborgaitero.com

Publicado por: Redacción D58 el: 6/01/2013 10:53:00 a. m. . Categoría: , , , , , , . Portal Noticias Digital58, 2005-2016. Estos contenidos son para uso exclusivamente editorial. Queda terminantemente prohibida su reproducción con fines publicitarios o comerciales. Si desea utilizar el contenido de esta página web para cualquier otro fin, por favor contáctenos. C.E.: contacto@digital58.com.ve. CONDICIONES DE USO . Leer más.

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